María Gauna salió en libertad y acusó a su cuñado de matar a su marido. La Justicia no toma cartas en el asunto.
“Fui liberada, pero aún no soy libre. Lo seré realmente cuando el verdadero asesino esté preso”. Así lo dice y así lo siente María Gauna, la docente que en 2008 había sido condenada a prisión perpetua acusada de matar a puñaladas a su esposo, Omar Carlos Bartorelli en 2005, pero que tras permanecer casi 12 años presa, fue absuelta cuando los jueces de la Corte se dieron cuenta de que era inocente. Un peritaje y un análisis médico comprobaron que ella jamás pudo haber cometido el homicidio.
Además, hace unos días, fue informada de que el juicio contra el Estado por la mala praxis de la Justicia salió a su favor, pero los 7 millones de pesos que deberán pagarle son una tomada de pelo si se tienen en cuenta las gravísimas consecuencias que le trajo estar entre rejas esos 12 años por ser la “asesina” de su marido.
Los sueños de ser madre que tuvieron que quedar atrás, los problemas laborales a pesar del apoyo de su entorno, los daños psicológicos y la pesadilla con recuerdos del crimen del cual ella también fue víctima, nunca podrán ser equilibrados ni con todo el dinero del mundo, pero con el monto que ahora deben resarcirla no parece tener lógica.
“Ya nada me devolverá a mi amor, a mi pareja. Hoy agradezco estar libre para seguir reclamando Justicia, por eso no me detendré y seguiré pidiendo que el asesino vaya a la cárcel. Se llama Omar Longarini, es el esposo de la hermana de mi marido, y lo mató para quedarse con sus cosas y robarle dinero”, afirma de manera contundente María en su casa del pueblo correntino de Sauce, donde tratar de rehacer su vida.

El crimen de Omar Bartorelli por el que condenaron de manera injusta a María Gauna
Omar Bartorelli fue asesinado el 6 de febrero de 2005 en la casa que compartía con María en Arequito, Santa Fe. Aquel día, la pareja había salido a cenar con unos familiares y luego a la vuelta, el hombre la dejó a su esposa en la casa y luego siguió camino para dejar el vehículo en el garaje.
María entró a la vivienda y un delincuente armado la sorprendió. Tras amenazarla, el sujeto le exigió dinero y ella lo reconoció como su concuñado. “´Sos vos Pirulo, que haces´, le dije al reconocerlo, pero él no me decía nada. Me llevó a la habitación y me ató con las manos en la espalda. A los pocos minutos llegó mi esposo y me hizo abrirle la puerta como pude. A él también lo amenazó y le pidió plata”, cuenta la docente mientras se aferra a su Rosario y a un Crucifijo. La religión y la fe la salvaron del calvario, según aclara.
La mujer explica que en un momento del asalto, el delincuente les hizo tomar una droga para dormirlos. “Cuando se fue a preparar la bebida con una pastilla a la cocina, Omar me dijo que no la iba a tomar. Yo tomé todo porque pensaba que de esa manera se iba a ir. Me dormí y me desperté en el hospital, toda cortada en los brazos y con mi marido muerto. Desde ese momento comenzaron a acusarme”.
Es que al ser analizada la escena del crimen, los investigadores y la Justicia se convencieron de que ella había matado a puñaladas a su marido y luego había intentado suicidarse cortándose las muñecas.

La condena y la libertad
Tres años después del crimen, en 2008, María fue condenada a prisión perpetua por el “homicidio doblemente calificado y agravado por el vínculo”. Ella gritaba su inocencia, pero el Tribunal, que de entrada no dio lugar a las dudas e incluso demostró serias irregularidades en el juicio al impedir algunas pruebas y testimonios que favorecían a la viuda, no dudó en dar la sentencia.
Su vida en la celda consistía en rezar “para iluminar a la Justicia”, recibir las visitas de su familia y compartir con otras presas sus penas y tristezas. Según los cálculos, ella debía salir en libertad en 2037.
Pero un día, tras pasar por todas las instancias, la causa llegó a la Corte provincial, la cual repasó todo el caso y al fin le dieron importancia al testimonio clave del médico que la había atendido a ella por las heridas de arma blanca que había sufrido en las muñecas. En su declaración original, el profesional había informado que ella había sufrido heridas superficiales, pero eso fue un error al escribir el acta, que él mismo reconoció.
Es que en realidad, ella había sido herida de gravedad en la muñeca de la mano izquierda, con rotes de tendones y arterias, lo que le provocó la pérdida del 80 por ciento de sangre. Ella es diestra, y en la mano derecha, solo había tenido cortes superficiales.
Con este análisis, la Justicia, en su última instancia, entendió lo que María desde un comienzo quería explicar, que jamás pudo haberse lesionado la mano derecha ella misma con semejantes heridas en la izquierda. Para los médicos, eso es imposible por las características de las puñaladas. Un análisis técnico del cuchillo y las lesiones le iban a dar a María la luz de la libertad.
¨Por ese motivo, en 2016 me dieron la libertad. Fue increíble escuchar a uno de los policías de la Alcaidía cuando me lo notificaba. No lo podría creer y comencé a gritar con mucha fuerza porque sabía que iba a poder reclamar Justicia pero en libertad. Siempre estuve tranquila porque sabía que era inocente y siempre estuvo en claro que recibí una condena por una hipótesis y no por las pruebas”, cuenta María.

Las contradicciones de la justicia
Al margen de la investigación errónea que hizo la justicia y que le costó 12 años en prisión a María Gauna, hay otro accionar grave por parte de los investigadores.
La docente acusó a su cuñado -esposo de la hermana de la víctima- de asesinarlo para quedarse con todas sus pertenencias, pero la justicia hasta el momento hizo caso omiso de la situación y no investigó.
Es así como, luego de liberar a la principal acusada que estuvo 12 años presa, los investigadores no se pusieron en marcha para encontrar al verdadero culpable del crimen de Omar Carlos Barrotelli.