Este martes se cumplió el primer aniversario del asesinato que sacudió a la pequeña localidad cordobesa de Laboulaye. El posible giro en la causa por una prueba de ADN que se descubrió hace un mes.
“Quiero saber por qué su mejor amigo lo mató”. Esa es la pregunta que se hace todos los días desde hace un año Mariela Flores, la madre de Joaquín Sperani. El 2 de julio de 2023, el cadáver de este adolescente de 13 años fue encontrado dentro de una casa abandonada. Horas después, su mejor amigo, de 14, confesó haberlo asesinado.
La autopsia realizada al cuerpo de la víctima determinó que recibió 18 golpes en la cabeza, primero con un fierro y luego con un pedazo de hormigón por parte de su amigo, que intentó ocultar el crimen.
Pero hace un mes, se descubrió que ese mismo fierro, según asegura Mariela, tendría ADN de una tercera persona. Sin embargo, la Justicia sospecha que la escena del crimen pudo haber sido contaminada, algo que todavía no está comprobado.
“El primer ADN es de Joaquín, el segundo del amigo y el tercero de un hombre. Esto nos genera más incertidumbre. Exigimos poner peritos de parte con los ADN. Desde Nación nos dijeron que era nuestro derecho, que era algo que se nos venía negando este año”, explicó Mariela
De igual manera, aunque no está comprobado de quién sería este ADN, sostiene: “Nosotros desde el primer momento sentimos que no fue él solo, que había alguien más”.
Al comienzo de la investigación, la mujer le solicitó al juez de la causa, Sebastián Moro, poder hablar con los padres del asesino, pero hasta el día de hoy nunca tuvo la oportunidad porque les dijeron que “no era el momento”.
“Necesito verlos a los ojos, a lo mejor no vamos a hablar nada, pero sí necesito mirarlos a los ojos. Ahí voy a obtener muchas respuestas”, agrega Mariela. El asesino, en una de sus tres declaraciones ante Moro, justificó su accionar diciéndole tuvieron “una discusión por una chica”, que sería amiga de ambos.

El asesino quedó en libertad cuatro meses después
Los primeros meses después del crimen, estuvo alojado en el Centro de Admisión y Diagnóstico (CAD), que depende del Complejo Esperanza de la ciudad de Córdoba. Quedó en libertad el lunes 23 de octubre después de que su abogado defensor, Raúl Palacios, pidiera que quede bajo el cuidado de sus padres.
Un mes antes, Palacios le pidió al Tribunal Superior de Justicia (TSJ) que “busquen otras alternativas distintas a la internación” y así el agresor volvió a su casa por decisión del juez Moro, a cargo del Juzgado Control de Niñez, Adolescencia, Penal Juvenil, Violencia Familiar, Género y Faltas de Laboulaye.
Como medida de seguridad, la Justicia puso como condición que no pueda mudarse de su casa sin autorización y ordenó un tratamiento psicoterapéutico individual y familiar. Hoy se encuentra en otra localidad de Córdoba y no en Laboulaye, donde sucedió el crimen.

Así fue el crimen de Joaquín Sperani
Joaquín Sperani comenzó a ser buscado desde la tarde del jueves del 29 de junio, cuando fue hasta el colegio, dejó su bicicleta, saludó a la maestra y se retiró a los pocos minutos. La última vez que lo vieron fue ese día, alrededor de las 15, y tenía el uniforme puesto.
El amigo también entró a la escuela, dejó su mochila y se fue. “El asesino le dijo para dar una vuelta manzana y ahí pasó todo”, cuenta Mariela. Las horas pasaban y Joaquín seguía sin aparecer. En medio de la desesperación, la mujer realizó la denuncia por la noche.
El sábado 1º de julio, familiares y amigos del adolescente convocaron a una marcha y los asistentes caminaron por las distintas calles de la ciudad. Jamás imaginaron el desenlace que iba a tener esta historia poco tiempo después, cuando lo encontraron muerto en una casa abandonada. Después del hallazgo, el amigo confesó que lo había matado, algo que también admitió en otras dos oportunidades en declaraciones ante el juez Moro.