Aberturas Aluminar

La oriunda de Venado Tuerto, Florencia Nicolari, pudo concretar el sueño que persiguió desde su infancia: camino a recibirse de arqueóloga, participa en una campaña internacional en el corazón del antiguo Egipto
Un instante puede definir una vida. El momento que marcó para siempre el destino de María Florencia Nicolari ocurrió en séptimo grado, cuando su profesora de Historia puso un VHS y un televisor aparatoso reflejó un documental sobre el antiguo Egipto. Desde entonces, el país se convirtió en su lugar en el mundo aún sin haberlo pisado. Volvía corriendo del colegio para sumergirse en los artículos de la National Geographic o para conectarse a internet y buscar información acerca de pirámides, faraones y momias.
Hoy Flor –así la llaman sus amigas- tiene 30 años y está a cuatro materias de recibirse de antropóloga con orientación en arqueología. Su trabajo en las excavaciones de Luxor, corazón de Egipto, comenzó en 2018. “El trabajo del arqueólogo no tiene nada que ver con lo que sucede en Indiana Jones”, ríe y contagia.
Nicolari es de Venado Tuerto “y del mundo”. Con solo 16 años, consiguió los programas de la carrera de Antropología en tres universidades: la de Rosario, la de La Plata y la de Buenos Aires. Dos años más tarde, se definió por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) por proximidad, para –siendo hija única- no estar tan lejos de sus padres. “Siempre tuve claro que a Egipto, tarde o temprano, como arqueóloga o como turista, iba a llegar”, insiste. Y llegó.
Logró viajar al reino de Cleopatra a través de un proyecto promovido por Facebook, que invitaba a estudiantes de Antropología a postularse para participar de una campaña en Luxor. Florencia se anotó y la respuesta tardó apenas quince días en llegar: había sido aceptada de entre más de cuatro mil currículums. “Y con sólo un año y medio de carrera adentro”, define. El único problema era que tenía que pagarse el pasaje de avión, muy costoso, pero ella trabajaba en el Museo de Venado Tuerto y como recepcionista en una empresa de semillas. Lo financió con sus ahorros.
Y así conocí a Francisco Martín Valentín y Teresa Bergman, dos profesionales españoles de lujo del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto (IEAE), que están a cargo del “Proyecto Visir Huy”, que se trata de la restauración y excavación de la tumba del representante del faraón. Inmediatamente empezamos a trabajar juntos. Después, volví en 2019 y en 2020, esta vez gracias a una beca que me dio la UNR, sin la cual no hubiera podido repetir la experiencia. Y voy a volver este año. Soy la única argentina en el equipo, la mayoría son de España. Ahora estoy ansiosa, me voy a fines de septiembre y vuelvo para Navidad. Las campañas de excavación son entre octubre y diciembre porque es otoño y no hace tanto calor de día ni tanto frío de noche.

- ¿Cómo es un día de campaña en Luxor?
-Vivo en una casa que comparto con parte del equipo. Todos los días, muy temprano, nos pasa a buscar un chofer que nos lleva hasta la tumba del Visir. Recién ahí empieza a amanecer. Vemos salir al sol todos juntos y enseguida empezamos a trabajar. A las diez, tenemos un recreo, que es una costumbre egipcia, donde comemos y tomamos algo. Recargamos energías. Y a las dos de la tarde, cuando ya hace mucho calor, volvemos a la casa para seguir trabajando desde ahí. Esto es de sábados a jueves, porque el viernes es como el domingo nuestro, es un día sagrado para los egipcios.

-Y en estos cuatro años ¿siempre estuviste en el mismo proyecto, la tumba del Visir?
-Sí. Los proyectos arqueológicos duran años, porque es un trabajo lento y paciente, y todo lo que sacamos no vuelve nunca más a estar en esa posición. Es minucioso y se tiene que registrar todo. En este lugar están trabajando desde el 2009, pero la arqueología te presenta cosas inesperadas y lo que sucedió acá fue que en esa misma tumba se enterró más gente; gente que murió más de un milenio después que él y que fueron enterrados ahí porque el lugar fue tomado como sagrado. Así que estamos excavando esas tumbas, una especie de cementerio, para ver quiénes eran los sepultados. Hay momias de todas las edades y en perfecto estado… parece que estuvieran durmiendo gracias al proceso por el que pasaban los muertos.

-¿El Visir está identificado?
-No. El Visir vivió en una época controversial de Egipto, en donde entra en la historia el faraón Akenatón, quien quiso cambiar la religión y la cultura egipcia. El Visir estaba en contra de ese cambio. Entonces nunca se terminó su tumba, en un intento de Akenatón de borrar al Visir de la historia. Y derribó lo construido y destrozó los jeroglíficos, que era lo que ellos escribían en las tumbas para pasar a la posteridad. Ellos creían que si borrabas el nombre de alguien, borrabas su existencia. Fue una persecución política del momento, digamos.

-¿Cómo es la relación del equipo con los locales?
-Súper bien. Con los egipcios hablamos en inglés, si bien somos “los españoles”, porque la mayoría es española y la misión es española. Con el equipo somos una familia, y en la ciudad ya nos reconocen y es una bienvenida cada vez que nos ven.

¿Cómo cambia tu dieta estando allá? ¿Qué extrañás?
-Extraño el asado. La carne allá es muy dura y el pollo, que es lo que más comemos, muy seco. Me vuelvo casi vegetariana estando allá, pero no me disgusta. El mate no lo extraño, porque me lo llevo. Y me llevo kilos de yerba.

-¿Qué más llevás en la valija?
-Hay cosas que dejé en Egipto, pero la valija sigue siendo grande. Me llevo ropa de verano, poquita ropa de invierno porque en diciembre cuando baja el sol la temperatura puede disminuir hasta los quince grados. Pongo ropa de trabajo, y después el mate, la yerba, el termo, a veces me llevo un fernet –pero no siempre- y algún regalito para mis amigos españoles.

-Te han festejado cumpleaños ahí.
-Cumplo el 29 de octubre, así que desde el 2018 que paso mi cumpleaños allá. El primer año me súper emocioné, porque yo había llegado hacía tres días y era mi primera vez, y no me conocían. Y me mandaron al supermercado a propósito, donde tampoco sabía muy bien qué agarrar porque no sé leer árabe –ahora sé que pasta nos gusta más, qué chocolate es rico y qué atún el mejorcito- y cuando volví y me puse a guardar las cosas me llamaron a la terraza y me habían hecho una fiesta sorpresa con todo el equipo. ¡Estaba cumpliendo 28 años con el Valle de los Reyes, el Valle de las Reinas, la montaña Tebana, y la Necrópolis de fondo; y mis compañeros a los que conocía hacía tres días me estaban cantando el feliz cumpleaños! No lo podía creer…

-¿Y qué es lo que más extrañás de Egipto?
-Ay… Todo. A mis compañeros, el día a día del trabajo, el levantarme y abrir la ventana y tomarme un mate viendo la Necrópolis, poder decir “bueno, hoy me voy a visitar la tumba del faraón Ramsés III o al templo de Karnak”, que ya los visité un montón de veces y los sigo disfrutando, porque son magníficos y enormes y siempre descubrís algo nuevo o aprendiste algo nuevo que aplicar…

-¿Qué estás haciendo ahora en Argentina, mientras esperás regresar a Egipto?
-Estoy trabajando con chicos. Los “pequeólogos”, chicos de 5 a 12 años. Es una actividad que hacen en España hace muchos años y yo les pregunté a Francisco y Teresa si lo podía hacer como miembro del Instituto en la Argentina, y me dijeron que sí. Y en febrero de este año empecé a hacerlo. Le enseño arqueología y egiptología a los chicos. Y me veo yo de chiquita, que me hubiera fascinado poder hacer una actividad de ese estilo.

-¿Cómo te ves en el futuro, haciendo qué?
-Y en el futuro, bueno, primero tengo que terminar la carrera y después animarme a enseñar a los adultos. Me encantaría implementar algo dentro de mi Universidad, donde no hay una rama de la egiptología académica. Me gustaría sembrar algo ahí.

-¿Y volver a Egipto?
-Y volver a Egipto. Siempre.



Por Rocío Sueiro - La Nación