A pesar de no haber tenido considerables minutos previamente, el vendense ingresó en los cuartos de final ante Grecia y le cambió la cara a la Argentina.
Faltan seis minutos para que acabe el tercer cuarto. Argentina está en arena movediza y cada vez se hunde más. Todo cambia cuando Walter Herrman supera la mitad de cancha y se va picando con la derecha hasta llegar al aro para finalizar con una sublime bandeja con su mano habil. La Generación Dorada rompe una sequía de cuatro minutos sin anotar y el de la melena rubia comienza a ser determinante.
Es un desconocido para sus rivales, ya que no había sumado muchos minutos en los partidos previos. Lo usa como ventaja y empieza a hacer su juego. Recibe en el poste bajo y castiga en las próximas dos posesiones ante rivales de menor talla, haciendo uso de su gran envergadura, velocidad de pies y capacidad para tomar tiros en suspensión. Argentina se revitaliza, vuelve a respirar y de a poco a engranar.
Seis puntos seguidos en un abrir y cerrar de ojos. Quizás no fueron la gran cosa, quizás sí, pero a partir de ese momento los nacionales mostraron otra cara, comenzaron a defender y a correr como sólo ellos sabían hacerlo. Finalmente terminaron ganando el parcial por 24-18 y todo se decidiría en el último cuarto. En el periodo decisivo todos se unieron para liquidar al local, ante 20.000 espectadores y un escenario que vibraba a cada minuto.
Walter Herrmann fue uno de los responsables de la remontada y permitió que Argentina avance a semifinales. Allí haría historia y derrotaría a Estados Unidos, para luego salir campeón ante Italia. Pero tal vez nada de eso hubiera pasado sin aquel ingreso del rebelde alero. Los sacó del fango y les concendió la oportunidad de volver a creer, de volver a soñar y de volver a nacer.
Publicado por Ignacio Miranda en BasquetPlus este miércoles 4/3/2020