Una pieza de colección de valor inestimable", dice la descripción de la inmobiliaria -de propiedades de lujo- que la tiene en venta.
La Mansión Estrugamou, también conocida como Casa Basavilbaso, es un enigma por más de un motivo. Situada en Basavilbaso 1251, en el entorno de la plaza San Martín, en Retiro, ocupa desde 1905 un lote de 1173 metros cuadrados en uno de los terrenos más caros de la ciudad.
Pero no se sabe quién la construyó -se aventuran nombres de arquitectos, pero no está firmada por ninguno-, ni su valor -en ZonaProp tiene un costo simbólico de un dólar, pero dicen que supera los US$10 millones-, ni quiénes son sus dueños actuales; hoy se habla de más de 20 herederos, todos muy reservados.
La mansión es pequeña y discreta en comparación a su pariente más famoso: el palacio de la calle Arroyo y Esmeralda, que lleva el mismo apellido. El edificio de renta se comenzó a construir en 1924 y a pedido del mismo dueño: Alejandro Estrugamou, un terrateniente hijo de vascos franceses que fue promotor de la fundación de Venado Tuerto.
En las últimas décadas solo se abrió al público en muy contadas ocasiones: en 2015, cuando fue sede de Casa FOA (en el catálogo de esa edición no figura el autor del edificio); en 2017, para una edición de La Noche de los Museos; y hace pocos días, para la fiesta de casamiento de un integrante de la familia dueña. Claro, para un público muy selecto.


¿Y por qué "mira de costado"? Si se la ve desde la vereda parece que ofrece su peor cara, aunque es bella por donde se la mire. La puerta más discreta tiene la numeración 1233 y quedó a la altura de la calle. La entrada más pomposa está retirada sobre un jardín lateral, tiene una fuente y da hacia el centro de la manzana, en dirección a la calle Arenales. Está a la altura de Basavilbaso 1251 y se puede espiar desde la reja negra que la protege.
Pero ninguna mansión que se precie de mansión miraría de frente una medianera. Sucede que cuando fue construida, hace más de cien años, la propiedad Estrugamou tenía de vecino a un magnífico palacio que ocupaba la mitad de la manzana. Entonces daba a los fondos del desaparecido Palacio Ortiz Basualdo Dorrego, una lujosa residencia (que no es la actual Embajada de Francia, del mismo nombre). El palacete de la plaza San Martín desapareció en 1969, mientras que la casa Basavilbaso estuvo ocupada hasta hace poco menos de diez años, cuando murió su último habitante. Desde entonces entró en sucesión y busca dueño.
Tiene la estructura de una casa centenaria y de clase alta. Los salones de uso social -comedor, sala de billar y de música- están en la planta baja y no tienen baños cerca, como se acostumbraba entonces. En el primer piso se dispusieron los cuartos con sus respectivos antecuartos y en el segundo, el lavadero y la zona de servicio.
Los materiales son nobles: hay pisos de roble de Eslavonia, piezas de mármol y de bronce. Los techos son altos, tienen grandes molduras y ventanales. Hay balcones con balaustradas y columnas jónicas en la entrada lateral. "Ideal hotel o embajada", dicen los anuncios de venta de un inmueble que no se puede modificar demasiado porque está dentro del área de protección histórica de la plaza San Martín.
Hace años está en venta y por internet la ofrecen varias inmobiliarias. Pero es difícil dar con un comprador. "Es una joya, pero la tendencia hoy es achicarse", explica un agente que prefiere no decir su nombre ni el valor de la propiedad. Pero asegura que es de las casas más valiosas que comercializan.


El hermano mayor
Se dice que un pequeño túnel conecta la Mansión Estrugamou con su hermano mayor, el palacio de Arroyo y Esmeralda. Ambas propiedades están situadas a pocos metros de distancia.
Para Rudolf Liechtenstein, arquitecto y apasionado por la historia, esto es verosímil. Al frente de ArquiViajes, se dedica a organizar recorridos arquitectónicos y culturales por Buenos Aires. Uno de ellos se basa exclusivamente en los palacios de la ciudad.
"Entre 1870 y 1930, toda la zona de la plaza San Martín creció de manera exponencial y fue el patrimonio de las familias pudientes de ese entonces. Dominaba la familia Anchorena con el Palacio San Martín (hoy, de la Cancillería) y el Palacio Paz (Círculo Militar). Muy cerca está el Hotel Plaza, de Ernesto Tornquist. El Palacio Estrugamou es el último gran bastión de esa hora, se inauguró en 1929, justo antes de la crisis del 30", explica. Unas décadas antes, la oligarquía había sido expulsada del sur de la ciudad por la epidemia de fiebre amarilla (1871). El caso más conocido es el de la familia Lezama, que dejó el famoso parque de San Telmo. "Las
familias se empezaron a trasladar a nuevos horizontes. Lo que hoy conocemos como Plaza San Martín era una zona de burdeles. La llamaban la zona del pecado", cuenta.
La casa Basavilbaso fue renovada en la década del cuarenta. Algo del estilo de esa época se puede ver reflejado en las imágenes de la cocina de la propiedad que circulan por internet. Cuando fue utilizada como sede de Casa FOA se cambiaron cañerías y conexiones de electricidad en algunos sectores, por lo que conviven diferentes versiones en una misma propiedad: el reflejo de las décadas que vio pasar el centenario inmueble.


Por: María Ayzaguer - La Nación