Importante avance de científicos contra los riesgos cardiovasculares durante la menopausia. Pertenecen a un centro del CONICET de La Plata y la investigación les valió un premio en el último Congreso Argentino de Hipertensión Arterial.
Entre los científicos se encuentra María Sofia Espejo, una científica de Venado Tuerto que esta radicada en La Plata.

Contrario a lo que popularmente se considera, el cáncer de mama no es la principal causa de mortalidad en mujeres a nivel mundial: ese ranking lo lideran las enfermedades cardiovasculares, es decir todo el conjunto de entidades que afectan al corazón y los vasos sanguíneos. Incluso, se las diagnostica mucho menos que a los hombres, lo cual también contribuye a invisibilizar la problemática. Científicos de todo el mundo se abocan a la tarea de detectar los indicadores de riesgos en la población femenina, y en ese camino se ubica un grupo de expertos del Centro de Investigaciones Cardiovasculares “Dr. Horacio E. Cingolani” (CIC, CONICET-UNLP).
Verónica De Giusti es investigadora adjunta del CONICET en el CIC y una de las autoras del trabajo recientemente premiado en la categoría “Investigación básica” en el XXV Congreso Argentino de Hipertensión Arterial, celebrado en abril pasado. Allí, el equipo de especialistas del que forma parte postuló que no sólo la disminución de estrógenos –hormonas sexuales principalmente femeninas– redunda en un aumento del riesgo cardiovascular para las mujeres durante la menopausia, sino que la disfunción de un componente de las células llamado receptor podría ser otra parte responsable.
“Se sabe que casi toda su vida las mujeres están resguardadas del riesgo de sufrir daños en las arterias que pueden derivar en accidentes cerebrovasculares (ACV) e infartos pero, como es una condición que está asociada a la producción de estrógenos, cuando estos disminuyen durante la menopausia, también cae la protección”, explica De Giusti, y agrega: “Se suponía que las terapias de reemplazo hormonal, que surgieron para aliviar muchos síntomas típicos de esta etapa como sudoración nocturna o calores súbitos, también tendrían ese efecto protector del que hablamos”.
“Sin embargo –continúa– diferentes estudios científicos demostraron que ese riesgo cardiovascular no sólo no desaparecía sino que aumentaba, especialmente en lo que hace a probabilidades de sufrir un ACV, a pesar de la presencia de hormonas”. En este contexto, y con la sospecha de que algo más debía estar sucediendo en la etapa menopáusica, el grupo ideó este proyecto de investigación orientado a desentrañar los mecanismos que tienen lugar a nivel intracelular.
Así, el estudio se orientó hacia un receptor de estrógenos llamado GPER, ubicado en la membrana de las células, que identifica a esta hormona y desencadena una respuesta. Se trata de una proteína que funciona como mediadora en la mayoría de los efectos cardioprotectores. “Lo que pensamos es: si durante la menopausia disminuye no sólo la producción de estrógenos sino también la expresión del receptor, o sufre alguna modificación que perjudica su función, por más que las mujeres los incorporen, no van a ser asimilados”, apunta Alejandro Ibáñez, becario doctoral del CONICET y responsable de la parte experimental del trabajo premiado.
Para corroborar su hipótesis, los investigadores se concentraron en medir la actividad de dos proteínas ubicadas a ambos lados de la membrana celular que se encargan de regular la entrada y salida de los iones –es decir, partículas– necesarios para llevar adelante las distintas funciones biológicas. Sus nombres son cotransportador sodio/ bicarbonato e intercambiador sodio/protón y, en su interacción con las células, ambas introducen sodio, lo que desata la intervención de otra molécula que compensa esos niveles con la inserción de calcio, un elemento químico muy asociado a patologías cardiovasculares como arritmias o isquemias.
“A partir de estas observaciones y pensando en una posible alternativa, recurrimos a la acción de un agonista –una sustancia que se une al receptor y provoca una determinada acción en la célula– llamado G1: quizás pueda aumentar la expresión del receptor GPR para que los estrógenos se dirijan a él y de ese modo volver a conseguir sus efecto beneficiosos”, detallan los expertos, y se entusiasman: “Los resultados de nuestra investigación podrían dar lugar a una terapia complementaria a las de reemplazo hormonal, que por sí solas no están mostrando alcances protectores para la salud cardiovascular de las mujeres mayores”.

Sobre investigación:
Alejandro M. Ibañez. Becario doctoral. CIC.
Sofía Espejo. Becaria finalización de doctorado. CIC.
Luisa F. González Arbeláez. Investigadora asistente. CIC.
Susana M. Mosca. Investigadora principal. CIC.
Maite R. Zavala. Becaria doctoral. CIC.
Celeste Villa-Abrille. Investigadora independiente. CIC.
Alejandro Aiello. Investigador principal. CIC.
Verónica C. De Giusti. Investigadora adjunta. CIC.

Por Mercedes Benialgo - Conicec