Claudio el "turco" García dio una extensa nota para la Agencia de Noticias "Total News" y volvió a referirse, esta vez con más detalles, sobre su grave problema de adicción y lo importante que fue Venado Tuerto para su recuperación. A continuación la nota completa; en negrita la parte que habla de Venado Tuerto.

Los vaivenes del Turco García, el hombre que nació dos veces
Faltó un mes seguido a la escuela. La rutina se repetía cada mañana: con su hermana Mabel tomaban el colectivo 32, pasaban por el trabajo de su papá, recibían algo de
plata para comprarse algo para comer y en lugar de seguir camino rumbo al colegio pegaban la vuelta: se subían a ese mismo bondi en sentido inverso y regresaban a su casa de Lugano. La puerta ya estaba cerrada y los hermanos García se metían por el espacio que había entre los barrotes de la reja. Entraban y miraban televisión, casi siempre El Zorro.
Gestionó ante la AFA un certificado que le diagnosticaba mala circulación en la sangre para poder jugar con las medias bajas como su ídolo, el Loco Houseman.
Robó un televisor durante los festejos de un triunfo argentino en el Mundial 78. Aprovechó que la multitud celebraba en las calles, se abrazó a una frazada y se lanzó contra la vidriera. Entró al local y se escapó con un Grundig de tubo que cargó como pudo hasta su casa. De la paliza que le dio su padre no se olvida más.
Se compró una serpiente pitón, la crió en un departamento y casi lo prende fuego por intentar sacarla del motor de su hidromasaje.
Plantó dos árboles.
Escribió un libro. Y desnudó ahí su costado más oscuro. Cuando tomó cocaína del pecho de su padre recién fallecido. Cuando se metía en los rincones de las villas de la ciudad para comprar merca y pagaba con lo que tuviera a mano en ese momento: plata, un electrodoméstico, una bicicleta, sus camisetas de fútbol y hasta una boina que le había regalado Fidel Castro en Cuba. “Andá a saber dónde estará esa boina”, se pregunta ahora el Turco.
Les mostró el culo a los hinchas de Independiente.
En otro clásico les hizo un gol con la mano y sin disimulo.
Zafó de la colimba por número bajo.
Tiene seis hijos. Yamil, el más grande, juega en las inferiores de Racing y se quiere comprar una pitón.
Puso un restaurante en avenida Del Libertador que tenía una pileta adentro y en el que, según dice, “había más gente en los baños tomando merca que en las mesas comiendo”.
Tiene seis nietos. Todos de Racing.
Es menemista. Y dice que "Carlitos es un fenómeno".
También tuvo una lechuza: Sarita. La llevaba a los entrenamientos en una jaula. Hasta que a la vuelta de una gira con la Selección por Wembley decidió homenajearla y en el Free Shop le compró un perfume importado. A los tres días Sarita murió.
Tiene seis tatuajes. Pero hay uno que es especial. Es el que está en su puño izquierdo. Es un 11 que le recuerda que el 11 de febrero fue el día. Que el 11 de febrero de 2008 es su nuevo cumpleaños. El día que no tomó más cocaína y arrancó su nueva vida.
Ahora el Turco juega con dos pelotas en una de las canchas del Tita Mattiussi. Juega para las fotos.
—Mirá, ¿ves lo que te digo? Mirá la hora que es —dice mientras muestra la pantalla de su celular— . Las 12 y 11. ¿Ves? Terminamos la nota y 11. Siempre está el 11.
—¿Y qué pasó el 10, el día previo a tu nueva vida?
—El 10 hice el click. Estaba solo en Venado Tuerto y decidí filmarme. Evidentemente ya estaba procesando algo porque sino no se te ocurre filmarte para ver qué pasa. Me acuerdo que todos me decían que estaba súper alterado y yo no entendía por qué. Entonces puse una camarita ahí arriba. La dejé grabando. Y después me vi. Rebotaba contra las paredes. Pero rebotaba contra las paredes de verdad, eh. Estaba sacado, era así, la gente tenía razón. Todos tenían razón.
—¿Dónde quedó esa filmación?
—La tiré a la mierda.
—¿Y quién lo vio?
—Nadie más. Yo solo. Estaba muy mal. Me dio cosa verme. Sabés que me pasa lo mismo cuando cada tanto engancho en la tele una entrevista vieja y me veo... En la de Mar de Fondo estaba reventado.
Después de aquella filmación casera el Turco, que había sido ídolo de Huracán y de Racing, que había integrado los planteles campeones de América de la Selección de Basile en 1991 y 1993, que había colgado los botines casi sin darse cuenta y que había perdido todo por la droga, desde ese momento se dejó ayudar.
Aceptó la recomendación de un amigo, y de Venado Tuerto fue a Villa María. En la Clínica de la Familia un láser penetraban su nariz y viajaba directo al interior de su sistema nervioso. Después de cada sesión, el doctor Jorge Custo le realizaba un control antidoping.
Primer día. Positivo.
Segundo día. Positivo.
Así dos semanas. Hasta que el médico llegó con un certificado: "ya está, Turco, Ya no hay más cocaína en tu sangre".
Ahora ya lleva más de 10 años limpio. Les da charlas a los pibes, les habla de los dos caminos, del bueno y del malo, y los orienta para evitar las tentaciones. Trabaja en las inferiores de Racing como captador de talentos y se ríe diciendo que para él “es una doble responsabilidad: es como que a un ladrón de bancos lo pongan a laburar como seguridad”.
El Turco observa a las divisiones juveniles y va detectando qué falencias tiene cada una. “Entonces si por ejemplo a la Séptima le falta un lateral derecho, cuando viajo al Interior y hacemos las pruebas presto especial atención en esa posición”, cuenta.
Pero para estar ahora acá en el Tita Mattiussi fue necesario otro lugar: Venado Tuerto. La tierra de la resurrección para el Turco.
—Yo estaba muy mal acá, no tenía trabajo, nada, era un desastre. Sentía que le estaba arruinando la vida a mi familia. Agarré las cosas y me fui para allá.
—¿Y qué fuiste a hacer?
—A trabajar en Pueyrredón, un club que hasta ese momento sólo tenía bochas. Nada más. Y me llamaron porque querían empezar a tener fútbol. Y empezamos de cero de verdad, eh. Hicimos una convocatoria en el diario para que fueran los chicos. Vinieron 300: gordos, flacos, de otros pueblos... Y lo fuimos armando. Nos prestaban la cancha otros clubes porque no teníamos nada. Yo amo Venado Tuerto. Siempre digo que nací en Fiorito, me crié en Lugano y volví a nacer en Venado Tuerto. Me trataron siempre con respeto, y eso que yo no estaba bien.
—¿Qué fue lo peor que hiciste por droga?
—Entregar las camisetas. Cambiarlas para conseguir cocaína. Al menos ahora estoy consiguiendo algunas para mis hijos. Le pedí al Pato Toranzo, al Licha López... Para que mis hijos tengan. Igual no me arrepiento de algo puntual. Todo pasa por algo.
—¿Qué dicen tus hijos cuando escuchan tus anécdotas?
—Está todo hablado con ellos, no hay ningún misterio. Todo lo que cuento es porque antes se los dije a ellos. Saben lo que es bueno y lo que es malo. Yo fui por los dos caminos. Pero ya no hay ni una posibilidad, pero ni una eh, de que vuelva a desviarme.
Claudio García disfruta de su nueva vida y de su trabajo en las inferiores de Racing.
—Alguna vez dijiste “soy ídolo de Racing y no gané un carajo”.
—Y es verdad. Pero gané lo más difícil, el cariño de la gente.
—¿Y cómo hiciste?
—Creo que más allá de los goles a Independiente o a Boca, la gente ve en la cancha lo que soy en la vida. Si te ponés a pensar, con tan poquito hacés feliz a la gente: con una foto, un video, un autógrafo... Yo a veces veo los jugadores de la Selección que la gente los espera en la puerta del hotel pegada a una valla... ¿Qué les cuesta salir un rato? Lo que pasa es que no lo deben sentir. Yo lo siento, no lo hago para el qué dirán ni porque haya una cámara. ¿Qué les cuesta, viejo? Aparte vos sos lo que sos por la gente. Y ojo que cuando nos morimos nos come mismo gusano, eh. Al de los Rolling Stone, a mí y al que vive en la villa. Por ahí tardan un poquito más si tenés un cajoncito más bueno. Pero te come igual.
—Integraste los planteles campeones de las Copas América de 1991 y 1993 en el ciclo de Alfio Basile. Esos fueron los últimos logros importantes de la Selección. ¿Qué nos pasa?
—Me parece que lo que se está haciendo ahora está bien, se está volviendo a las raíces, con jugadores del fútbol local. Siempre se miraba a los de afuera y se ninguneaba al mercado local. Fijate que el caso de (Renzo) Saravia que lo marcó a Neymar bárbaro. Hay que ser más humilde. Decir “somos Argentina” ya no es nada. No sos nada.
—¿Pero tu solución sería no traer a los que juegan en el exterior?
—Yo trabajaría con los de acá, les daría muchos partidos y que acumulen experiencia con la celeste y blanca. De afuera a los únicos que traería sería a Otamendi y a Agüero, nada más.
—¿Y Messi?
—A Messi le diría una sola vez. Si quiere que venga y si no a otra cosa. Messi es un jugador igual que todos. Si no, que sea técnico. La cagada que se mandó Sampaoli es decir “este es el equipo de Messi”. No, papá, es tuyo el equipo. Le dio concesiones a los jugadores y después se le fue todo de las manos. Y después ponen la excusa de Chiqui Tapia o de las cosas que pasan en la AFA. Es todo verso eso. Ya sé que hubo quilombo. pero ¿vos te creés que cuando voy a patear un córner voy a pensar quién es el presidente de la AFA?
—¿Qué te pasó por la cabeza cuando salió la lista del Mundial y no estaban ni Lautaro Martínez ni Centurión?
—Me cagué de la risa. Porque dije "¿para qué vino tantas veces?". O es hincha de Racing o es una cosa de locos este chabón. Encima cada partido que venía la rompían: Lautaro hacía de a tres goles. ¿A qué venís? Sentí una impotencia total. Debía tener mucha hambre y venía a comer al palco