Este miércoles se cumplen 20 años de cuando Argentina volvía a ganar un oro olímpico luego de 52 años. El fútbol y el básquet lo lograron en Atenas 2004. Ese 28 de agosto quedó grabado para la eternidad.
Walter Herrmann, el deportista más importante de la historia de Venado Tuerto, fue clave en la selcción argentina que después fue conocida como la "Generación Dorada".
Aquel sábado 28 de agosto de 2004, hace este miércoles 20 años exactos, quedó grabado para siempre en la memoria deportiva de los argentinos.
Fue uno de los días más gloriosos de la historia de nuestro deporte. Sólo porque Argentina registra tantos así impide afirmar que fue el más grandioso.
Ese sábado en los Juegos Olímpicos 2004 fue inolvidable, irrepetible. La jornada empezó muy temprano bajo el brillo de un implacable sol y con la sensación de que algo histórico sucedería. A las 10 (4 de nuestro país), en el estadio Olímpico de Atenas, el seleccionado argentino de fútbol que dirigía Marcelo Bielsa jugaba la final por la medalla de oro frente a Paraguay. A las 22.30 (16.30 argentina), en el Complejo Olímpico de Deportes, la selección de básquet entrenada por el cordobés Rubén Magnano iría por la dorada ante Italia.
La jornada dejó una marca imborrable en la memoria gloriosa del deporte albiceleste, que volvió al oro olímpico tras 52 años, por obra y gracia de los muchachos del fútbol y del básquet. Fue un día dorado, uno de los más trascendentes de siempre, a tal punto que desde entonces los 28 de agosto se festeja el Día Nacional del Deporte.

El básquet
A las 16.30 de Argentina (22.30 de Grecia), los lungos del básquet dirigidos por Magnano irían por una nueva euforia albiceleste, para redondear la gloria completa para el país. La ansiedad renovada, la adrenalina olímpica y la certeza de que Argentina también sería campeona olímpica en básquet desafiaban el largo día.
Esa convicción ya rondaba después de que Emanuel Ginóbili, Rubén Wolkowyski, Alejandro Montecchia, “Pepe” Sánchez, Walter Herrmann, “Leo” Gutiérrez y Fabricio Oberto, entre otros, les habían ganado una batalla inolvidable a los griegos en cuartos por un dramático 69-64. La convicción se acrecentó cuando los muchachos concretaron una de las grandes gestas del básquet nacional: 89 a 81 al Dream Team en la semifinal. Fue la única vez que los estadounidenses, recientes campeones en París 2024, no fueron oro en un juego olímpico desde Barcelona 1992.
La victoria sobre el hasta ese momento invencible representativo de la NBA en Juegos Olímpicos mereció el reconocimiento mundial y, ante ese panorama, la final con Italia parecía un trámite. El 84-69 a los italianos confirmó la presunción y desató nuevas escenas de delirio celeste y blanco. Campeones olímpicos del básquet en un campeonato donde habían estado los máximos exponentes mundiales del deporte de la naranja. Se disfrutó como nunca.
El plantel argentino. Juan Ignacio Sánchez, Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni, Rubén Wolwowyski, Alejandro Montecchia, Gabriel Fernández, Hugo Sconochini, Carlos Delfino, Walter Herrmann, y los cordobeses Fabricio Oberto y Leonardo Gutiérrez. Entrenador: Rubén Magnano.

El fútbol
A las 7 de Grecia ya todo estaba preparado para vivir algo histórico para nuestro país. Sólo despertarse en el milenario barrio de Plaka, al pie de la Acrópolis, era un privilegio que como enviado de La Voz gozaba desde hacía casi un mes. En la estación de Monastiraki, en el sector más antiguo del centro ateniense, los trenes hacia el estadio Olímpico partían abarrotados de ilusiones albicelestes. Esos 180 minutos hasta las 10 (4 de Argentina) pintaban eternos. A esa hora, los muchachos dirigidos por Bielsa buscarían lo que ningún seleccionado argentino de fútbol había conseguido: ser campeón olímpico.
Bajo la conducción y la guía del obsesivo rosarino, un plantel compuesto por futbolistas de la jerarquía de Roberto Ayala, Gabriel Heinze, Cristian González (los tres mayores de 23 años), Javier Mascherano, Carlos Tevez, Andrés D’Alessandro, Javier Saviola y los cordobeses Nicolás Burdisso, Fabricio Coloccini y Mauro Rosales, entre otros, había alcanzado la final con una campaña brillante, sin goles en contra. Era “el” candidato.
El calor infernal en Atenas abrazaba. Algo más de 41 mil personas, que parecían nada en la impactante mole remodelada por el español Santiago Calatrava cuya capacidad ascendía a 72 mil, dieron fe de la hazaña. Los argentinos vibraron y explotaron cuando Tevez (figura y goleador del torneo) puso el 1-0 decisivo sobre Paraguay tras una jugada con gestación cordobesa: nació en Coloccini y siguió en Rosales, para que “Carlitos” hiciera realidad el oro.
Nunca se olvidará esa ronda de alegría en la cual los muchachos hicieron participar al rígido Bielsa, coronación con la sonrisa dibujada en los rostros de jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, periodistas y todo aquel que gozaba que el país volvía a subirse a lo más alto de un podio olímpico tras 52 años de espera, después de la epopeya de los remeros Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero en el doble sin timonel de Helsinki 1952, en Finlandia. El deporte nacional cortaba 52 años de abstinencia dorada.
El plantel argentino. Germán Lux, Roberto Ayala, los cordobeses Nicolás Burdisso, Fabricio Coloccini y Mauro Rosales, Javier Mascherano, Gabriel Heinze, Javier Saviola, César Delgado, Luciano Figueroa, Carlos Tevez, Cristian González, Nicolás Medina, Clemente Rodríguez, Andrés D’Alessandro, Luis González, Mariano González, Wilfredo Caballero y Leandro Fernández. Entrenador: Marcelo Bielsa.