Casi desde el momento en el que se supo que el coronavirus había llegado a la Argentina, médicos, paramédicos y distintos profesionales de la salud han sido blanco de reacciones desmedidas. En las últimas horas el caso de Daniela (41), una enfermera que vive en barrio Guadalupe de la ciudad de Santa Fe conmocionó a todos. Los vecinos mataron a sus mascotas para amedrentarla y que se mude.
Daniela es enfermera paliativista, vive junto a su hijo de 23 años y trabaja en un sanatorio privado de Santa Fe con enfermos de COVID-19. A poco de que el Gobierno dispusiera el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), los vecinos del barrio Guadalupe le habían dejado un cartel con un mensaje intimidatorio. "Un día cuando empezó la cuarentena y toda esta locura, encontré un cartel en mi casa en el que me decían que me vaya, que iba a infectar a todo el barrio. No le llevé el apunte, pensé que era una broma", aseguró en una entrevista radial.
Pero eso que parecía una broma terminó por convertirse en un salvaje ataque, en un repudiable caso de maltrato animal. A los pocos días, al regresar de trabajar su hijo le comunica que su perra Gabyta y el gato habían sido envenenados. "La perra tenía 16 años y murió al instante. Al gato logré llevarlo [al veterinario], intentaron recomponerlo, pero no pudieron salvarlo", relató.
Además del dolor que siente por haber perdido a sus mascotas, Daniela expresó su preocupación por los valores de las personas que viven a su alrededor. "Una estudia para hacer un bien y ahora no te da la gana. Sacaron lo peor de mí. Nosotros siempre fuimos dos [por ella y su hijo] y los animales eran nuestra vida", describió.
De acuerdo con las palabras de la enfermera, las mascotas no salían de su casa. Habiendo dejado claro que se trataba de mascotas tranquilas, Daniela estima que les habrían arrojado el alimento contaminado por sobre el tapial.
Si bien el hecho sucedió durante la primera quincena de marzo, la noticia se conoció en las últimas horas gracias a la difusión del medio santafesino. A cuatro meses del aberrante hecho, Daniela y su hijo buscan consuelo en Junior, su perro y única mascota que sobrevivió al ataque.